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Mariana

Este rasgo encuentra su fundamento en el Testamento del Señor Jesús desde lo alto de la Cruz, cuando mirando a Santa María y a San Juan, «dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa». Es pues el mismo Cristo quien nos señala a su Madre. Y María nos muestra con su vida y amor a su Hijo Jesús, nos devuelve hacia Él, nos invita a actuar según se ha sintetizado este dinamismo en la frase: «Por Cristo a María y por María más plenamente al Señor Jesús».

Los emevecistas se acercan a María como la Madre del Señor Jesús y también Madre suya en el orden de la gracia. Ella es ejemplo de acogida y fidelidad al designio divino, como se ve en el generoso y decidido Guénoito, Hágase que pronunció ante el ángel Gabriel y ratificó en el Altar del Gólgota al pie de la Cruz.

María es por ello modelo de fe y paradigma de unidad, de humanidad reconciliada y de vida cristiana. Ella no sólo nos muestra lo que significa llevar y anunciar la Palabra viva, sino que es también modelo de solidaridad, como se ve en la visita a su parienta Isabel. El MVC impulsa a sus miembros a volver la mirada y el corazón hacia María para pedirle que, como en las Bodas de Caná, interceda por nosotros y nos guíe, auxilie y enseñe a ser como su Hijo Jesús. Su maternal presencia invita a una respuesta de amor, de amor filial. Por ello en el MVC se aspira a amarla como la amó su divino Hijo. El amor filial a Santa María nace del Testamento de la Caridad al pie de la Cruz. Cada cual acoge en el propio corazón la invitación que hace el Señor en San Juan: «He ahí a tu madre». Y como el discípulo amado, acepta la invitación, y llamándola Madre, la reconoce con vivificante confianza como auxilio, intercesora, guía, consuelo y educadora de la fe.

De este amor surge un proceso dinámico y fecundo inspirado en el Señor Jesús que se ha denominado de amorización. «El proceso de amorización, como llamamos en nuestra impostación espiritual al dinamismo de amor al que el Señor nos invita al llamarnos a reconocer a María como auténtica Madre nuestra, digo, precisamente el proceso de amorización nos va llevando a la configuración con el Señor Jesús, por la amorosa gracia que el Espíritu derrama en nuestros corazones». Este proceso lleva a vivir los tres amores del corazón del Señor Jesús: a Dios Padre, a Santa María, y a nuestros hermanos.

El MVC quiere vivir la espiritualidad de María. Esta espiritualidad es totalmente cristocéntrica. «La vocación que tenemos como cristianos es la de vivir el estado de Jesús, y éste es el de Hijo de María. No se trata, en ningún momento y bajo ningún aspecto, de una actitud melosa y pietista, ni de considerar a María como una deidad femenina. Ello sería una exageración inadmisible, y está muy lejos de la sólida y sobria piedad que exige la condición de vivir el estado de hijo de María. Ésta es una devoción eminentemente cristocéntrica, fundada en la más firme conciencia de la dependencia de María de la persona, hechos y dichos del Señor Jesús; pero también marcada por la convicción de que sin la presencia mariana subordinada se lesiona seriamente el Plan salvífico de Dios».

María tiene una función dinámica en la vida de la Iglesia y de cada creyente. Ella sigue acompañándonos en el peregrinar terreno y, cumpliendo con el mandamiento del Señor en la Cruz, actúa maternalmente en la vida de la Iglesia intercediendo por sus hijos, ayudándolos a caminar hacia el encuentro pleno con Jesús. Por ello la llamamos Madre de la vida cristiana.

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